Cuento de terror en la que una máquina de planchar poseída por el demonio empieza a cobrarse víctimas en la lavandería de un pequeño pueblo de Maine. La estructura narrativa de montajes paralelos (un policía investigando lo que el espectador ya sabe, lo que ocurre en la fábrica) no es muy efectiva para generar suspenso o tensión. Pero el film tiene algunas similitudes con Eaten Alive (1976), parte de una delirante trama sobrenatural como Spontaneous Combustion (1990) y comparte algunas ambiciones con Night Terrors (1993).
The Mangler tal vez fue la última oportunidad de Hooper de infiltrarse en el mainstream. La película parte de un cuento de Stephen King de su primera colección de relatos Night Shift (1978) y fue distribuida por New Line, pronta a convertirse en filial de Warner. El film está a la altura de lo mejor de Hooper, pese a que fue un fracaso en taquilla y defenestrada por los críticos. La dimensión humana que Hooper imprime al relato, la puesta en escena barroca/expresionista y los personajes retorcidos parecen recuperar la primera etapa de su obra, esa excitante trilogía de horror gótico campestre/suburbano: The Texas Chainsaw Massacre (1974), Eaten Alive y The Funhouse (1981). Pero además, cierto dejo de melancolía, de idealismo perdido, de resabios de la lucha política propia de la décadas de 1960 y 1970 se deslizan en su adaptación. Las posibilidades metafóricas del relato son tan obvias que Hooper ni siquiera tiene que subrayarlas: la maquinaria capitalista convertida en una gigantesca lavadora con conciencia propia capaz de dirigir, dominar y corromper a todos los habitantes de un pequeño pueblo. Es una bella metáfora, no sólo del devenir del cine en las últimas dos décadas, sino también de la sociedad entera, a partir del giro a la derecha de la política internacional, del nuevo orden liberal de la economía, de la caída del muro de Berlín y de la colonización cultural a partir de 3 ó 4 corporaciones multimediáticas. Hooper hace el retrato de una comunidad sin caer en la condescendencia ni la caricatura fácil. A partir de una premisa fantástica totalmente delirante e inverosímil que en ningún momento se encarga de justificar, utiliza a Stephen King de una forma que pocas adaptaciones han sabido aprovechar. Le agrega al cuento de King, un escritor demasiado preocupado en la mitología fast food, una dimensión humana y política ausente en casi toda su obra. Hooper ya había adaptado a King al principio de su carrera en Salem’s Lot (1979), pero aquí le saca provecho totalmente.