Thriller en el que una joven viuda es perseguida a causa de un dinero que tenía su marido en Paris. La idea en los papeles era atractiva: hacer un remake de Charade (1963) con el estilo de cámaras al hombro de la nouvelle vague y agregar unas significativas diferencias en el reparto. Pero los resultados están lejos de ser auspiciosos. La sobredosis de estilismos de cámara y montaje y la abundancia sin sentido de canciones y cambios de formatos (video, 16mm) son caprichosas. No se hacen por necesidad, sino para ocupar los 50 millones de presupuesto. Y, sin entrar en comparaciones con los actores del original, Mark Wahlberg está totalmente fuera de lugar en este caso. El gran problema es que la historia ya es conocida, los personajes son instantáneas desdibujadas y las situaciones, breves postales anodinas. Ni siquiera los cameos de Charles Aznavour y Anna Karina que aparecen cantando logran generar algo de simpatía. El film es un paso en falso de un director que después del reconocimiento de la Academia parece no encontrar su lugar en Hollywood (por suerte).