The Manchurian Candidate (2004)

Thriller en el que un sargento del ejército de los Estados Unidos sospecha que se han realizado experimentos con los soldados enviados a la guerra del Golfo Pérsico para lavarles el cerebro. El remake de The Manchurian Candidate (1962) (y nueva adaptación de la novela de Richard Condon) es un intento de modernización de los planteos de la paranoia comunista y el terror de la guerra fría a los tiempos de las mega corporaciones y los medios masivos de comunicación. Esta nueva versión viene condicionada por la situación política coyuntural de los Estados Unidos, donde el bipolarismo, más allá de los eventuales resultados electorales, ha cuestionado profundamente la identidad del “ser americano”, hasta tal punto que la paranoia ha sido desviada hacia un dudoso ente interior que aflora del hipócrita sentimiento de culpa por las invasiones-intervenciones a otras tierras. Si bien Demme trata de matizar y profundizar algunos temas se nota que en esta década está un poco fuera de lugar. Él en los 70s era rebelde, en los 80s irónico y en los 90s comprometido. Ahora trata de combinar las tres facetas y la mezcla no termina de cuajar del todo. En consecuencia el film no es más que una superproducción de 80 millones de dólares de presupuesto con un elenco estelar tan estereotipado como insoportable y las exigencias de secuencias de acción con clímax rebuscados. La cuestión tecnológica de la invasión al cuerpo y la confusión de realidades necesita de un nuevo modelo (Cronenberg o Ferrara lo intentan en cada nueva película) porque Hitchcock no alcanza. Si no, nos quedamos en el relativismo irónico o la mera corrección política. Eso sí, Demme consigue una planificación subjetiva por momentos perturbadora y ayuda a los actores con el montaje y los movimientos de cámara. Pero el reparto no contribuye: Denzel Washington, con todos sus tics de actor blanco, Meryl Streep, con la voz más insoportable que un hijo puede oír y Liev Schreiber, con su enésimo Cotton Weary. El clímax esperpéntico tampoco va con el estilismo cerebral de Demme.