Biopic de la reina Elizabeth de Gran Bretaña durante la muerte de Lady Di en agosto de 1997. Frears se mete en el terreno peligroso (para el cine) de la realeza, la política, el biopic contemporáneo y la caracterización premiable. El resultado es previsible: no pasa de un telefilm inflado (y no mucho, a decir verdad). El acercamiento trata de ser humano, respetuoso, levemente irónico y con una pizca de caricatura, pero termina siendo blando, previsible y conservador ¿Es que esperábamos otra cosa? Sin embargo cae en la pedantería en la secuencia en la que la protagonista traba su auto en un arroyo y ve a un ciervo perseguido por unos cazadoras (sólo falta un cartel o un locutor que diga “simbolismo”). Después, Helen Mirren se destaca por su presencia corporal (las manos, la forma de caminar o de golpear la mesa), Michael Sheen como un sobrexcitado Tony Blair cae en la burda y fácil imitación, las imágenes de archivo son las únicas que pueden suscitar algo de emoción y el resto de la familia se pasea con andar cansino y lanzando frases de cajón. A fin de cuentas, la “modernización” de la realeza británica sólo es cuestión de interés para la realeza británica. En todo caso, el fantasma de La Di tiene mucho más poder dramático para hacer una película. Frears parece que ha aceptado el destino académico y conservador que casi todo director británico espera.
