Promised Land (2012)

Drama en el que un vendedor de una compañía de gas natural llega a un pueblo para convencer a sus habitantes de la perforación de sus tierras en Pennsylvania. Luego de una historia de amor lacrimógena como Restless (2011), Gus Van Sant vuelve a ponerse al servicio de Matt Damon (en funciones de actor, productor y guionista) para hacer en este caso una película de compromiso político y social. De hecho Matt Damon también iba a dirigir, pero como la agenda se le llenó en 2011, no tuvo tiempo para prepararse y convocó a último momento a Van Sant. La novedad del film es que (en un principio) está planteado desde otro lugar al del típico relato de toma de consciencia. De hecho el atractivo subyace en esa resistencia a adoptar ese punto de vista habitual. Con las dudas planteadas por algunos habitantes sobre las intenciones del protagonista y la llegada de un militante ecologista, el debate por si la perforación es beneficiosa o no para el pueblo deja de ser el núcleo del film. El retrato del pueblo parece un poco idealizado o destemporalizado, pero sin duda es un efecto buscado. El estilo Van Sant hace digerible cualquier tipo de propuesta y ayuda a darle fluidez al relato. Pero tarde o temprano el guión debe tomar una decisión. Y lo peor del caso es que allí intenta ser original. La conversión del personaje no se da de forma paulatina, sino mediante a una revelación sorpresiva. Sin embargo este giro ingenioso del guión lo único que hace es desmerecer más a su personaje. Sólo reacciona cuando él es engañado, no cuando él engaña. La frase Frances McDormand sobre el final: “Es sólo un trabajo”, bien describe a la película y también se aplica a estas alturas a la mayoría de la obra de Van Sant.