Cuento de terror en el que una familia se muda para manejar una casa mortuoria en un pueblo de California. Luego de retomar la estética del cine de terror de la década de 1970 con Toolbox Murders (2004), Hooper ahora retoma el espíritu del terror de la década de 1980. A partir de una excelente fotografía/ambientación, de una banda sonora potente y de una historia que combina asesinos deformes, casas encantadas y zombis, el film ofrece una respuesta contundente a un cine de terror contemporáneo demasiado temeroso del desparpajo y la irreverencia. Tal vez el pasaje entre las dos partes del film (los problemas de adaptación a la casa de los protagonistas acompañados de leves indicios y el show de locura, apariciones y persecuciones de la segunda parte) sea demasiado violento. Pero de eso trata la anarquía y la irracionalidad del horror. Una vez que Raimi y Peter Jackson pasaron a las grandes ligas, que Yuzna y Gordon continúan en las estanterías de video y que Hollywood se conforma con parodias como Scary Movie (2000), se hacía necesario un producto como este. Hooper continúa explorando las raíces del mal y del horror en la sociedad contemporánea.
Luego de Toolbox Murders, Hooper encara un nuevo proyecto con los guionistas Jace Anderson y Adam Gierasch, demasiado jóvenes y preocupados por el costado autorreferencial del género, para notar las intenciones del veterano Hooper. Mortuary tal vez sea su película de terror más vaga, despreocupada e incoherente, pero también una de las más bellas. Es que desde Spontaneous Combustion (1990) Hooper continúa yendo en contra de las directrices previsibles del género, aun cuando, en varios casos, termina alimentándose de sus ridículos puntos de partida. La llegada de la familia a la casa debe ser uno de los momentos más bellos y realistas de toda su filmografía. Hooper en ningún momento se preocupa por insertar el típico plano subjetivo, el punto de vista amenazador, el salto de montaje que anuncia la presencia maligna. Simplemente se dedica a seguir la continuidad de la escena en sus propias coordenadas espacio temporales: es una casa mortuoria, en el ambiente se respira muerte, no es necesario subrayarla. Además, es un gesto casi amoroso hacia sus personajes que cuesta verlo mucho en una película de género, siempre más atenta a los sobresaltos y los quiebres de la lógica que dejan a sus personajes en tierra de nadie. Encontramos aquí ese proceso de depuración característico de los grandes autores en sus obras de madurez. También Toolbox Murders se planteaba así, el problema era que en ese caso la historia giraba a partir de la acción del policial y la operación quedaba un poco desdibujada por la poca colaboración del guión de los susodichos Anderson y Gierasch. La recurrencia de la luna, la referencia a Alice in Wonderland (1865) y el sentido del humor directo, carente de filtro posmoderno, confirman a Mortuary como una rareza en el actual panorama del cine de terror. Lo que lanza un par de preguntas: ¿El género de terror de autor está condenado a no asustar? ¿Los autores de género de terror están destinados a repetirse? Si la respuesta a estas dos preguntas resultan afirmativas, no hay nada que lamentar, siempre en cuanto haya películas como las de Tobe Hooper.