Liam (2000)

Drama en el que una familia de clase obrera sufre la pérdida del trabajo del padre en Liverpool en la década de 1930. Frears se toma un descanso de Hollywood luego de The Hi-Lo Country (1998) y High Fidelity (2000) y vuelve a Inglaterra para redondear uno de los mejores trabajos de su carrera. Si en un principio podía esperarse lo peor: la corrección british de guardarropa, la fábula sensibloide con niño, la mirada condescendiente hacia los personajes o, para ser más concretos: Angela’s Ashes (1999) de Alan Parker. Frears y su guionista Jimmy McGovern superan todas las trabas y las trampas de este tipo de relato. De esta forma, la mirada desde adentro evita toda manipulación, la frescura del estilo visual se sostiene en el constante descubrimiento del protagonista, las actuaciones mantienen la sobriedad en todo momento y la dosificación de la información conjuga lo particular y lo general. La película logra emocionar con herramientas válidas. Si por momentos parece un poco redundante el discurso sobre la pobreza, el catolicismo y el antisemitismo, el film ensaya una parábola sobre el surgimiento de los totalitarismos con absoluta coherencia desde el apoyo popular, el imaginario y la crisis económica. Hasta llegar a una devastadora y reveladora conclusión: la hija que pide disculpas al ser quemada por el padre. La conciencia culposa no tiene solución. De no ser por la irregularidad de su obra, Frears tal vez sea el mejor director británico de su generación. En todo caso es preferible a los sobrevaluados Mike Leigh y Ken Loach.