Cuento de terror en el que dos jóvenes vampiras que viven en un convento, ciegas de día y huérfanas son llevadas a Paris por un doctor para curarles la vista. Es saludable comprobar que el paso de los años y las nuevas tecnologías/tendencias en el género de terror no han opacado el estilo visual, la particular dramaturgia y la imaginería visual del cine de Jean Rollin. Con la misma premisa de sus mejores films, Requiem pour un vampire (1971), La nuit des traquées (1980) y La morte vivante (1982), es decir, una historia de amor de dos chicas inocentes en un contexto adverso, realiza tal vez su película más erótica, sensual y bella sin siquiera recurrir a desnudos (casi) o escenas de sexo. Como siempre la puesta en escena descansa en los climas y la atmósfera que crean la fotografía, la música y las locaciones. Pero esta vez con una trama y unos diálogos más coherentes y elaborados de lo habitual. Hay una profunda identificación entre la situación de outsiders de las protagonistas y la mezcla de inocencia y perversión, de belleza y horror que propone Rollin y que hace de sus films únicos. Festejar entonces el regreso de uno de los directores más personales del género de terror. Lástima que los problemas de distribución siguen siendo los mismos o peores.