Drama en el que un obrero de San Francisco, una periodista francesa y un niño de Londres tienen experiencias con el más allá. Lo que se presenta como una inédita incursión en lo sobrenatural, un relato de historias paralelas y otro encargo más para hacer tiempo, Eastwood lo resuelve con una suficiencia no exenta de belleza. Un director que ha hecho una obra contra su propia imagen machista, reaccionaria y conservadora, sabe manejar un material que le es ajeno hasta ganar en terreno contrario. En ese sentido la utilización de efectos digitales en la escena del tsunami de asumido artificio, la fragilidad de los hilos que tienden las vidas de los personajes, la simpleza de la construcción narrativa por turnos, la maldición que resulta para el protagonista su condición y el final donde la ausencia del flash es un regalo para el espectador dan testimonio de su genio escondido. Tal vez el único film decididamente despreciable de la última etapa de Eastwood sea Changeling (2008). El resto es una garantía.