Biopic sobre el fundador y director del FBI J. Edgar Hoover desde 1919 hasta 1972 en Washington, D.C. Eastwood sortea todas las trampas ideológicas, narrativas y de mero regodeo en la actuación de su protagonista para hacer un retrato de un personaje complicado y de un amplio período histórico. Al exponer las miserias personales del protagonista, darle un carácter subjetivo a los flashbacks y utilizar funcionalmente el maquillaje de viejo de DiCaprio que marca el paso de los años circunscribe el margen la maniobra y se enfoca en la cuestión central. Eastwood sigue profundizando la musicalidad del montaje (de resonancias jazzísticas), las potencias de la leyenda (de reminiscencias fordianas) y el contacto con lo real (la escena del cuerpo muerto caído en la cama) con su particular forma de hacer cine. Logra salir indemne del revisionismo histórico, del tratamiento de la supuesta homosexualidad del protagonista y de las nominaciones de la academia gracias a la simpleza y sencillez de los momentos. Sofia Coppola no está lejos. Eastwood sigue regalándonos pequeñas obras maestras tardías sin importar el tema o el género.
