Biopic de la pintora Margaret Keane a partir de los problemas con su esposo que se atribuía la autoría de sus obras en San Francisco a fines de la década de 1950 y principios de la década de 1960. Burton abandona el género fantástico y hace una película pequeña basada en la vida de una de sus artistas preferidas. A mitad de camino entre el melodrama en colores de la década de 1950 y el cuento de ascenso y caída de un estafador, su película se diluye por su falta de peso específico. Es que la protagonista no es más que una víctima de su propio sometimiento. Y su esposo no es más que un chanta impresentable con delirios de fama y reconocimiento. Con estos personajes es imposible llegar a las potencias de lo falso ni indagar sobre la creación artística o el proceso creativo. Por eso la película se resuelve de la forma más obvia y previsible, con una escena de juicio y los cartelitos que informan lo que fue de cada personaje.
