Aventura en la que los colonos ingleses hacen sus primeras exploraciones en América en Virginia en 1607. Basada en una historia real. No es de extrañar que el cineasta de la belleza perdida de América busque ese momento original y primitivo de su historia. Malick tal vez consigue su film más bello, si es que es posible superar a Badlands (1973), Days of Heaven (1978) y The Thin Red Line (1998) en ese aspecto. Tal vez se resienta la dramaturgia de la historia de amor, pero no hay que olvidar que se trata de una simple representación de la relación entre Europa y América. Desde las primeras imágenes, Malick nos sumerge en un mundo, un tiempo y un lugar ajeno a la razón occidental. El film revierte los papeles: los extraños son los colonos y el nuevo mundo es Inglaterra. Alcanza niveles de detalle (el relámpago que aparece en el cielo mientras los protagonistas se bañan en el río, la respiración acelerada de ella que se nota en su estómago) que sólo el método Malick de filmar puede capturar. Y llega a climas de belleza absoluta y total (el clímax de la relación amorosa, cuando ella se da cuenta del amor) siempre potenciados por la música de James Horner. El film es otro cuento de aprendizaje cortesía de Malick. La única queja es que cierra demasiado.