Drama criminal en el que un hombre común mata a dos delincuentes y es buscado por unos mafiosos que dicen conocerlo del pasado en un pueblo de Indiana. Luego del fracaso crítico y comercial de Spider (2002), David Cronenberg acepta un encargo que, como es previsible, lleva a su terreno. Es que cumple al pie de la letra en todo momento con aquel viejo axioma de Godard de un plano = una idea y, además, su mirada quirúrgica e impiadosa hacia la violencia continúa intacta. Si alguna vez hace una comedia musical también será un film perturbador. Esta vez la referencia a Freud, Eros y Tánatos están expuestas con coherencia (incluso severidad), especialmente en cuanto a lo reprimido. Sin desviarse del planteo minimalista y la construcción progresiva del relato y la tensión, nuevamente disecciona las contradicciones de la sociedad americana donde la negación de la violencia genera más violencia. Destacar las escenas de acción, apenas cuatro y muy cortas, de una precisión geométrica y una virulencia inusitada, y las escenas de sexo, la primera muy inocente y la segunda muy violenta (aunque tal vez faltaría una tercera para la síntesis). Sólo un par de momentos, la charla del padre y el hijo con el arma y la charla con el ex jefe mafioso en su casa, impiden que el film sea una obra maestra total. Hay que celebrar el retorno de Cronenberg a los primeros planos y que calladamente la compañía New Line continúa renovando el cine de género.