Thriller en el que un sonidista graba un accidente automovilístico y descubre una conspiración para asesinar a un político en Philadelphia. El punto de partida hace recordar a The Conversation (1974). Pero en vez de armar una telaraña de suposiciones y apariencias De Palma se decanta por lo expositivo y una pormenorizada descripción de ambientes y personajes sucios (el fotógrafo desagradable, su habitación de mala muerte, las prostitutas de estación de tren, los periodistas ambiciosos, los policías que hacen la vista gorda); de los cuales disfruta. Lo mejor es el asesino implacable interpretado por John Lithgow que termina matando a tres víctimas. Ciertos momentos como cuando el fotógrafo no tira la cadena, la prostituta se lava los dientes en el baño de una estación de tren y especialmente la resolución confirman a De Palma como un perverso cronista contemporáneo del horror. Los recursos visuales habituales de De Palma también están presentes aquí, el split screen (ya desde la secuencia de créditos) y el ralentí (aunque sólo al final). Tal vez el punto de partida tenga más que ver con los thrillers paranoicos de conspiraciones políticas de la década de 1970 y el material no sea el ideal para De Palma que, como Hitchcock, reduce la historia a una trama y poco o nada le interesan los “temas” que trata.