Melodrama en el que una familia dueña de una fábrica petrolera se derrumba en New York. Los personajes son una banda de alcohólicos, maníacos, violentos y dementes que no generan la más mínima compasión. El espectador no para de disfrutar con sus desgracias. Si a eso sumamos la ridícula canción de la secuencia de créditos que abre el film y la firme interpretación de Robert Stack del personaje más pesado del cine de la década de 1950 da para pensar que esta vez Sirk se pasó de ironía con el material.