Drama en el que un director taiwanés intenta hacer una película sobre Salomé en Paris. Luego de vaciar y llenar la forma de sus films, a Tsai Ming-liang le llegó el turno de hacer su propio 8½ (1963). De hecho esta es su novena película. Si corre el riesgo de convertirse en el siguiente director asiático consumido por el reconocimiento de Occidente (Takeshi Kitano, Wong Kar-wai, Park Chan-wook), parece ser el único que puede salirse con la suya. Porque su cine ya apuntaba hacia la estilización desbordante, el surrealismo fantasmal y el sentido del humor absurdo. Y aquí goza de una libertad absoluta para llevarlos al siguiente nivel. Las constantes de sus films son llevadas al paroxismo (las largas tomas, los silencios, los símbolos, las referencias a la nouvelle vague, los estrafalarios números musicales, el delirante erotismo, el agua como elemento aterrador), pero entran en juego con una autonomía que no limita la capacidad narrativa sino que la expande. Así, Laetitia Casta se convierte en una auténtica musa del cine francés (hasta ahora había sido sólo una promesa), un silencioso baile de striptease en un baño se transforma en una experiencia hipnótica y el poder visual de las imágenes adquiere un tono misterioso. Tsai Ming-liang expande aún más su horizonte. Llegará pronto un repliegue, pero mientras tanto no defrauda expectativas.