Comedia dramática en el que una familia se reúne durante las navidades mientras la madre necesita un trasplante de médula en Roubaix. Desplechin despliega su arsenal de recursos narrativos y visuales (la división en capítulos, el constante uso de la música, los zooms, los jump cuts, el iris) para potenciar la carga emocional y la turbulencia del relato. Por momentos recuerda las inquietudes de Paul Thomas Anderson en Magnolia (1999) y de Wes Anderson en The Royal Tenenbaums (2001). Y realmente está a la altura de esos referentes. El film logra mantener la cordura por su extraordinaria capacidad para el detalle, por la mirada desdramatizadora hacia la muerte y por la irreverente inclusión del humor. Los personajes resultan tan reales como auténticos. Claro que cuenta con el gran apoyo de los actores. Catherine Deneuve interpreta a la madre y establece la conexión con la nouvelle vague, Jean-Paul Roussillon es el patriarca conciliador, Mathieu Amalric, como siempre desmadrado y pasado de vueltas, Chiara Mastroianni con su habitual fragilidad y Emmanuelle Devos aporta carnalidad y humor ácido. En conjunto, dan cuerpo a unos personajes y relaciones complejas. Si por momentos el film parece regodearse en los secretos, los traumas, la oscuridad y la vileza, Desplechin es sabedor que el espectador no es tonto y no necesita manipulación. Así, en la casa familiar se reúnen los recuerdos, las fotos, los pasillos y las habitaciones y el lugar se convierte en el santuario de una historia viva. Desplechin forma un grupo (con Honoré y Bonello) renovador de un cine francés todavía moderno y efervescente.