Cuento de terror en el que una restauradora de cuadros trabaja en una pintura de William Blake recientemente encontrada que esconde una figura demoníaca en España. La disposición de medios es generosa para un cortometraje, pero se repite el mismo problema con el cine de terror de Plaza: las escenas de distracción y evasión se convierten en escenas de relleno a la espera de una revelación fuerte. Y, a decir verdad, el cuadro luce bastante berreta.