Drama en el que una pareja hace un viaje por el desierto de California. Bruno Dumont se mete de lleno en la intimidad de la pareja, en la no narratividad del relato, en el vacío existencial del paisaje y en el sexo duro y violento. La sensación de incomodidad que recorre al film lo único hace es presagiar el horror de la resolución. Se pueden cuestionar los métodos (cierto carácter reaccionario de los personajes, la naturaleza enfermiza de su relación, el desvío de la atención más propio del cuento de terror), pero sin dudas es su experimento más libre y consecuente. La banalidad de las peleas incomoda (un silencio ante una pregunta, la opinión sobre el gusto de un helado, las deliberaciones para pedir comida china, la forma de enseñar a manejar el auto), no por la falta de narración, sino por lo reales que suenan. La violencia de las escenas de sexo (en la pileta con la malla puesta, en las rocas con la falta de lubricación, los gritos de dolor más que de placer) tiene la función de repeler antes que excitar. Pero si no son lo suficientemente incómodas estas escenas, la resolución incluye violación, sodomía, humillación, locura, asesinato y suicidio. Aun así, Dumont es capaz de encontrar una belleza inexplicable en algunas imágenes (la pareja tendida en las rocas, cuando él sale a buscarla de noche). La película es un ejercicio extremo de provocación que desalentó un poco a los seguidores de L’humanité (1999).