Thriller en el que una pareja americana de vacaciones se encuentra con un par de narcotraficantes en un viaje en tren por Siberia. Luego de The Machinist (2004) Brad Anderson se muda a Eurasia para demostrar que es uno de los mejores directores americanos de género. Esta vez la referencia a Hitchcock está más presente, no entra en lo sobrenatural y bordea el terror. Pero la puesta en escena transmite igual desosiego que sus películas anteriores. El gran mérito del film es se toma su tiempo para presentar a los personajes (Woody Harrelson alegre, Emily Mortimer vulnerable, Eduardo Noriega inquietante, Kate Mara retraída) y darle dimensión afectiva a la acción. En consecuencia la dirección logra sacar provecho del punto de vista, del decorado y del paisaje con recursos habituales (y hasta gastados por el cine contemporáneo) como la cámara al hombro y el teleobjetivo. Después podemos objetar la contracción del guión (el asesinato), la dilatación de la situación (con las muñecas rusas) y los excesos de tortura del último cuarto. Pero ya estábamos arriba del tren. Anderson es la mejor incorporación que ha hecho el cine europeo de género en los últimos años. Habrá que ver cómo retoma su obra en Estados Unidos.