The Machinist (2004)

Thriller en el que un obrero extranjero de una fábrica que sufre insomnio hace un año comete un error en el trabajo y sospecha un complot en su contra en Barcelona. Si nos abstenemos del impacto por la apariencia de Christian Bale (demacrado físicamente, adelgazó casi la mitad de su peso) y de las vueltas de tuercas del guión (que a decir verdad está contando una historia bastante simple), el film es uno de los más rigurosos estudios de la soledad (el alienante trabajo del protagonista), la culpa (la incapacidad de superarla y olvidarla) y la esquizofrenia (la alteración temporal en la percepción de los eventos). Ecos del cine de Paul Schrader se observan desde una veta más fantástica. Como en Session 9 (2001) Brad Anderson vuelve a mostrar su habilidad con las coordenadas del género: la planificación repleta de detalles, la dosificación de la información y el trabajo con los actores. El film es una de las interpretaciones más inteligentes del tema del doble: el origen de la culpa hace que el individuo se divida y una especie de súper yo freudiano castiga al protagonista. Si bien no es estrictamente un film de terror, encontramos más miedo y desasosiego en las notas que el protagonista encuentra en su casa, el inocente paseo en un tren de feria y la paranoia/locura del personaje que en cualquier asesinato o monstruo. Es una lástima que la fotografía de Xavi Giménez esté excesivamente descolorida y que la música Roque Baños tenga demasiados ecos de Bernard Herrmann porque son apuestas demasiado seguras y carentes de riesgo. Brad Anderson empieza a perfilarse como un maestro contemporáneo del terror, aunque (o tal vez porque) tenga que irse a Europa para realizar sus proyectos.