Policial en el que un detective investiga unos asesinatos relacionados con un agente infiltrado de un ficticio país comunista en Suecia. Ingmar Bergman hace una incursión en el cine de género y deja claro que el modelo de acción de la imagen no es lo suyo. Queda como un estilista vacuo. La fotografía de Gunnar Fischer adopta las poses del film noir, muestra afición por las estrías en la iluminación y ocasionalmente utiliza extrañas angulaciones, pero si siquiera puede lucirse. Tal vez porque el guión no ayuda, porque los referentes espacio-temporales son muy vagos, porque el triángulo amoroso nada aporta o, sencillamente, porque las pocas copias que circulan del film están en un deplorable estado.