Drama criminal en el que un acompañante homosexual de las esposas de los políticos se ve involucrado en un asesinato en las altas esferas del poder en Washington. Schrader retoma el conflicto y motivo básico de su obra, Taxi Driver (1976), American Gigolo (1980), Light Sleeper (1992), con una mirada aún más cínica sobre el presente. Porque mientras todavía se conservan las formas y apariencias del pasado en cuanto a la clase y distinción, ahora la velocidad con que circula la información y la entidad que toman los poderes invisibles, hacen los esfuerzos del individuo más infructuosos. Nuevamente en Schrader tenemos un conflicto que guía la trama y define al personaje generando esa fascinante exterioridad e interioridad del relato. Que, antes que nada, permite soluciones inteligentes de puesta en escena: el color celeste cuando el protagonista sale del interrogatorio (ahí no hay peligro), el departamento de su amigo/pareja que escenifica su relación, la cámara que empieza a vibrar y la fotografía a oscurecerse a medida que nos acercamos al final y la única secuencia de acción con travellings con la cámara torcida. Así como el lucimiento de todo el reparto (sólo Willem Dafoe está un poco descolocado) y el uso de atentos y oportunos diálogos (aunque en algunos casos están un poco sobrecargados). Tal vez la resolución de la historia policial puede resultar decepcionante, pero es absolutamente coherente con el ambiente que retrata. Schrader realiza una moderna variación de American Gigolo que quizá con el tiempo sea reconocida.