Cuento de terror en la que una joven que investiga la desaparición de su hermana descubre un culto satánico en New York. A partir de una trama policial tan simple como aludida, la utilización de escaleras, pasillos y sombras, la imagen del humo de cigarrillo que prefigura Rosemary’s Baby (1968) y la introducción de la temática diabólica de forma realista, Mark Robson compone una de las películas de terror más extrañas (y a la postre influyentes) de la década de 1940.