Drama en el que un joven que vive con sus padres busca la cura para un permanente dolor en el cuello en Taipei. Tsai Ming-liang extrema sus recursos estéticos y narrativos: los silencios, la ausencia de diálogos, la duración del plano no menor al minuto, la cámara fija. Serenamente el film se convierte en un cuento de terror de un dolor inconmensurable. Los temas son los mismos de siempre: la incomunicación, la alienación, el sexo como consuelo. La forma de representarlos en la arquitectura de la ciudad es evidente: escaleras mecánicas, pasillos de hospital, vidrieras.