Cuento de terror en el que una pareja de médicos investiga unas extrañas muertes y desapariciones de cadáveres en un pueblo de Cornwall en 1860. El último film de zombis antes de Night of the Living Dead (1968) (y la primera incursión de la Hammer en el tema) es una agradable sorpresa. La película se sostiene en un ajustado guión, en unos expresivos primeros planos y en la sutil puesta en escena de Gilling (la sombra de la mano del zombi que se posa sobre el rostro de la mujer del médico). Uno de los méritos de los films de terror de la Hammer es cómo utilizan los desplazamientos de los personajes para generar tensión y sugerir la amenaza. Pese a que todavía la concepción del zombi mantiene su relación con el vudú, los muertos vivos ya sirven para denunciar la explotación capitalista y ganarse la simpatía del espectador.