Cuento de terror en el que dos hermanos y una vecina amiga encuentran un hoyo sin fondo en el sótano de la casa en la que se acaban de mudar en Pennsylvania. Dante vuelve a la dirección de un largometraje luego de 6 años. El fracaso comercial (al menos en Estados Unidos) de Looney Tunes (2003) y su afortunada participación en la serie Masters of Horror (2005-2006) hacen que ahora sí se encuentre completamente alejado de Hollywood y los grandes presupuestos. Es una movida oportuna que recupera al cine de clase B uno de sus más lúcidos artesanos, más allá de que el material de partida no esté a su misma altura, especialmente en la parte final del film. La relación de Dante con el género de terror siempre estuvo teñida de algunos toques satíricos (Piranha (1978), The ‘burbs (1989)) o nostálgicos (Matinee (1993)), a veces demasiado cerca de la parodia (Gremlins (1984)), pero siempre bajo un manto de cierta inocencia. Y aquí es donde más explora esta última característica para dibujar unos personajes bellos y aprovechar la transparencia de la puesta en escena en pos de la fluidez del relato. Nuevamente los suburbios son el lugar elegido para la aparición del horror, aunque en este caso los traumas del pasado terminen ocupando demasiado peso en la historia. Destacar algunas soluciones de la puesta en escena: los planos subjetivos del protagonista que mira a su vecina desde su habitación, el plano cenital desde arriba de la puerta cuando uno de los personajes sale despedido del sótano (desde abajo del cuadro), el travelling que acompaña a los personajes por las cañerías del taller abandonado del antiguo dueño de la casa y los fondos expresionistas en el enfrentamiento final con el padre.