Thriller en el que un joven se presenta en la casa de una familia que perdió a un soldado en Afganistán diciendo que era compañero suyo en un pueblo de New Mexico. El tema del invitado que se introduce en el seno de una familia siempre da buenos resultados no importa del género cinematográfica que se le aplique, desde Teorema (1968) de Pasolini hasta Visitor Q (2001) de Takashi Miike. La película funciona a la maravilla en la primera parte porque Wingard se siente como pez en el agua en el cliché (el castigo a los bullies, el cruce con la hermana en la puerta del baño, la fiesta de Halloween) y porque su personaje, por más sospechoso que sea, no tiene a la familia como su objetivo. Pero llega un momento que el planteo pierde su ambigüedad, se tiene que inventar un conflicto externo a las apuradas y resolverse de la forma más previsible posible.