Thriller en el que a un millonario aburrido le ofrecen la posibilidad de participar de un misterioso juego en San Francisco. Fincher nos conduce por una angustiosa e interminable pesadilla física y mental que pone en duda todas las certezas de espacio y de tiempo. Lo hace con herramientas válidas: un despliegue visual que encuentra en todas las formas algún elemento perturbador, una ambigüedad moral en el retrato de todos los personajes (especialmente en el protagonista) y un macabro sentido del humor que no es manipulador porque el título ya lo dice todo. El film pone el acento en nuestros miedos, nuestras paranoias y nuestra necesidad de creer. En un mundo carente de sentido y sorpresa la mente puede ser el mejor aliado o el peor enemigo. El protagonista experimenta una transformación de frío y estructurado a impulsivo y humano. La concepción de una sociedad artificiosa conecta con las ficciones de Antonioni en la década de 1960 aunque sin la misma densidad psicológica. Los flashbacks de filmaciones caseras del pasado del protagonista tienen un tono fantasmal y la partitura de Howard Shore, un uso del piano tan delicado como inquietante. El film es la confirmación de que Se7en (1995) no fue un experimento afortunado o la obra de un simple esteta publicitario. Detrás hay un autor plenamente consumado. Sólo que sus orígenes videocliperos y la adopción de ciertas normas genéricas de la gran industria lo hacen pasar desapercibido. The Game es uno de los mejores thrillers de la década de 1990, aunque un film tan personal rehúya de etiquetas y clasificaciones.