Aventura en la que un marinero busca venganza por una traición en Francia en el siglo XIX. Nueva adaptación de la novela de Alejandro Dumas (père). Llamativa falta de subrayado y espectacularidad para un producto de este tipo, es como si Kevin Reynolds no quiere dar cuenta de su presencia como director. Todos los segmentos del film transcurren con la misma levedad y falta de profundidad en el retrato de personajes: la traición al principio, la estadía en prisión, el encuentro del tesoro, la transformación en conde, la venganza final. Agradecer que no opta por llenar la pantalla de peleas anacrónicas que siguen el modelo de acción de Hong Kong como Le pact des loups (2001) o The Musketeer (2001). Y que toda la película fue realizada en locaciones reales, sin recurrir al componente digital en la ambientación. Los actores: James Cavizel no logra el equilibrio, o es demasiado bueno o demasiado pérfido; Guy Pearce demuestra que ser villano no es lo suyo, Rules of Engagement (2000); Dagmara Dominczyk es otro rostro nuevo y olvidable al instante como en The Recruit (2003); Richard Harris es el único que se destaca en su oficio como una especie de sensei; y Luis Guzmán cambia su papel de mafioso latino habitual por algo más estimulante. El epílogo conformista viene con mensaje: “Dios hará justicia”. Luego del descalabro de Waterworld (1995) y la desapercibida One Eight Seven (1997), Reynolds trata de recuperar su lugar en Hollywood, aunque hace rato que no se espera nada de él.