One Eight Seven (1997)

Drama en el que un profesor vuelve a dar clases luego de ser acuchillado por un estudiante en una escuela pública de Los Angeles. Luego de la mala recepción de Waterworld (1995) y la pelea con Kevin Costner, Kevin Reynolds se pone al servicio de la compañía Icon Entertainment y la ideología retrógrada de Mel Gibson. Toda la batería de recursos visuales aborta la única cuota de realismo que podría tener la película. Los personajes son despreciables en todo sentido, las reacciones es la única guía de sus conductas de los personajes y la mirada al conflicto no puede ser más parcial. El mejor camino para que funcione semejante planteo sería el cine exploitation. Ni Samuel L. Jackson puede imprimir algo de ironía al asunto, la pretensión de denuncia es vergonzosa y la moraleja de la resolución, denigrante. Aun cuando la puesta en escena encuentra alguna imagen mental como ese travelling que va hacia el protagonista durante el anuncio del asesinato de otro estudiante, el siguiente contraplano lo arruina. Reynolds sepulta las pocas esperanzas que le quedaban de recomponer su obra. Sólo le falta golpear la puerta de los hermanos Ridley y Tony Scott.