Comedia absurda en el que un aspirante a actor luce igual a Beat Takeshi en Tokyo. Kitano ha llegado a un lugar en el que puede conseguir luz verde para cualquier proyecto. El gran mérito es que aprovecha esa libertad para seguir sorprendiendo. A través de los dos personajes interpretados por el mismo actor, de las situaciones que se repiten, de las escenas que se anticipan y de las acciones que no se resuelven, casi como una alternancia constante de catarsis y represión, la película bordea en todo momento el sueño y la pesadilla. Kitano va construyendo un humor entre patético, cruel e inteligente que desemboca en unos frenéticos, trepidantes y delirantes 40 minutos finales. Con sólo ver el taxi que cae al precipicio de la calle de los muertos, la mujer que se aparece para pedir cambio, la delirante escena del DJ y el tiroteo en la playa, el film no tiene nada que envidiarle en irreverencia a Takeshi Miike. Seguramente Kitano ganará detractores, pero queda claro que eso mucho no le importa.