Secuela de Trainspotting (1996) en la que los cuatro amigos se reencuentran en Edimburgh. T2 Trainspotting es un producto extraño, una secuela de un film autoconclusivo que forzosamente no puede seguir el camino del original, pero tampoco dejar de remitir a él. Si bien Irvine Welsh escribió la secuela de la novela en 2002, el film toma poco de ese libro. La película arranca como una comedia desenvuelta de pulso vertiginoso (montajes alternados de cada uno de los personajes), pero se encierra en demasiadas referencias hacia los eventos de la primera parte. El principal problema es que no hay nuevos personajes que puedan aportar algo. La novia búlgara de uno de los amigos podría haber sido ese personaje, pero rápidamente queda reducida a una rivalidad de los amigos y consecuentemente olvidada por el guión. Visualmente Boyle llena la pantalla de extrañas angulaciones, postales turísticas y algunas imágenes congeladas. La banda sonora no es una decepción respecto al original porque ni siquiera hace un esfuerzo de igualarla. La conversión en villano de Robert Carlyle resulta forzada y es el testimonio de la falta de ideas de la resolución.