Cuento de terror y ciencia ficción en el que una familia descubre una invasión extraterrestre en una granja en Pennsylvania. Shyamalan combina hábilmente un argumento de clase B con ciertas pretensiones serias. A partir del ambiente rural y de los personajes que se encierran en una casa con la amenaza afuera, hace una particular versión de Night of the Living Dead (1968). Lovecraft sigue siendo una referencia en el terror (el miedo más profundo es el miedo a lo desconocido) y Shyamalan lo sabe. Además, el uso oportuno del sentido del humor no coarta en lo más mínimo el efecto aterrador. Los alienígenas son antropomorfos pero monstruosos, tienen garras y su punto débil es el agua, justo el motivo por el que vienen a la Tierra. Sus apariciones (uno parado desde lejos, el que se mete en la maleza, otro que asoma por debajo de la puerta, la imagen congelada de un video y el reflejo en el televisor) son un poco más explícitas de lo deseable. En cuanto al costado religioso, Shyamalan mantiene la ambigüedad y no se muestra tan predicador como en Wide Awake (1998). La única falla son los mensajes conciliadores sobre la pérdida y recuperación de la fe. Shyamalan hace un uso consciente del formato 1.85 (no del 2.35) para filmar desde un punto de vista cercado el encierro de la familia. Pero como en The Sixth Sense (1999) y en Unbreakable (2000), la noción de clímax mucho no le interesa (en este caso lo resuelve con un flashback). El film es un producto modélico en ritmo y tensión de un gran director de cine de terror.