Satan’s Playground (2006)

Cuento de terror en el que una familia de viaje en auto sufre un accidente y va a pedir ayuda a una casa donde realizan rituales satánicos en los bosques de New Jersey. Tomaselli da un pequeño paso hacia el mainstream al convocar a algunas actrices y actores de films de terror emblemáticos de la década de 1980. Adopta más explícitamente el tono y la estética del horror de la década de 1970. Si bien la narración es más convencional (abandona un poco el surrealismo), la lógica de la pesadilla sigue siendo el común denominador de todas sus películas. En este caso, el humor es mucho más consciente, en especial en los personajes de la anciana bruja que cuida la casa (mientras aspira líneas de cocaína a los 96 años de edad), de su hijo retardado adicto a las pastillas y de su hija sordomuda con look de enfermera diabólica que se ata el pelo con dos colitas. La escena en que ella se encuentra con el hijo autista de la protagonista tiene algo de la genialidad del cine mudo. Las repeticiones, las esperas, la pesadez de la atmósfera, la dificultad para correr o para escapar del horror generan una sensación de pesadilla a lo largo de toda la película. Poco sabemos del supuesto diablo que ronda los bosques, de esos ataques aéreos, de esas ramas de los árboles que se mueven amenazadoramente, hasta del destino del bebé que es secuestrado. Pero tampoco importa, porque el film pese a seguir cierta linealidad mantiene en todo momento la incertidumbre de lo que va a pasar. Más aún cuando el film cuenta con imágenes tan aterradoras, como la del chico literalmente comido por la tierra. Una idea genial es la de la aparición de otra chica que va a pedir ayuda a la casa y es atendida por una de las víctimas del grupo principal (un pequeño desplazamiento de la línea narrativa que refuerza la vertiente tragicómica del relato). Tal vez el uso de los travellings salvajes que persiguen a los personajes por el bosque no sean tan efectivo porque el contraplano de frente en el mismo sentido tiende a anular la persecución. Pero son pequeñas fallas que el cine de terror contemporáneo siempre comete en pos de la intensidad.