Comedia musical de terror en la que un vampiro busca amor en los clubs nocturnos de Los Angeles. La película no está interesada en jugar con los mitos del vampirismo: el protagonista usa protector solar. La única variante es la transformación. El retrato de la industria de la música en los tiempos del videoclip es sencillamente estúpido y la repetición del chiste del espejo cansa. El film recoge lo mejor y lo peor del cine de la década de 1980: desde la liviandad de los conflictos hasta los labios abiertos en estado de constante perplejidad de Tawny Fere. Pero tampoco se le puede pedir mucho más a una producción del Cannon Film Group ya en la década de 1990.