Drama en el que una joven en rehabilitación por consumo de drogas vuelve a su casa familiar para la boda de su hermana en un pueblo de Connecticut. Luego de un par de remakes de films de la década de 1960 que derivaron en ejercicios de estilo fallidos y de sus paralelos documentales, Demme adopta la máscara indie y filma un drama familiar en video con una joven estrella que tiene ganas de demostrar que también es una buena actriz. La cámara al hombro temblorosa y los continuos re encuadres aportan poco, pero no son tal molestos como el ya muerto Dogma 95. Anne Hathaway se carga de tics para lograr su objetivo, pero su personaje sólo empieza a tener peso cuando asume su rol secundario en la celebración. El guión empieza a cargar las tintas con los traumas del pasado y las heridas todavía abiertas. Pero afortunadamente aparece la boda del título y Demme se toma vacaciones del drama para filmar los rituales de forma tan distendida como prolongada. Allí aparecen sus músicos, el baile y las sonrisas que maquillan el estado de ánimo de la protagonista. Y el epílogo en el que se siente tan o más sola que al comienzo. El último plano tiene la belleza de un John Ford sin ser tan solemne.