Quiet City (2007)

Historia de amor breve de una chica que llega para visitar una amiga y un chico que conoce en el subte en New York. Aaron Katz se muda de Portland a New York para redondear otro poema en video digital: acota el tiempo narrado, quita el peso de la culpa a los personajes y le da a los silencios una importancia capital. Sin necesidad que los personajes dialoguen, intenten besarse o se planteen un objetivo, la película puede crear sensaciones. De a poco (es su segundo largometraje) su universo urbano de trenes, calles y reuniones lejos de repetirse conforma un estado ánimo. La importancia del juego (el teclado, el corte de pelo, la carrera) se asemeja a la mejor forma de comunicación. La belleza ausente o la fragilidad del momento pueden terminar en cualquier momento. Su versión de Brief Encounter (1945) o Before Sunrise (1995) deja siempre lo puro y necesario. Esperemos que no se transforme en una versión milenia de Wim Wenders.