Pieta (2012)

Drama en el que un violento cobrador de deudas recibe la visita de su madre que lo abandonó apenas nacido en Seul. Luego de su autorretrato en Arirang (2011) y del ejercicio minimalista de Amen (2011), Kim Ki-duk vuelve a un terreno conocido para redondear una de sus peores películas y dejar en claro que su cine va irremediablemente camino a la perdición. Las provocaciones son tan forzadas que no pueden causar más que un humor involuntario, el retrato de los personajes es tan maniqueo y esquemático que el sufrimiento se vuelve una parodia de sí mismo y las escenas de violencia carecen de toda función o efecto. Desde que incorporó las cámaras digitales en su cine, visualmente Kim Ki-duk también ha descendido varios niveles estéticamente. Sin llegar a los niveles de amateurismo de Amen, ahora filma rápido y barato. Y se nota. La cámara al hombro resulta tan molesta como monótona. La única posibilidad de salida para esta historia de crueldad y abandono es que asumiera la estructura de cuento de fantasmas, pero ni aún así hubiera ganado mucho. Aparentemente las súplicas de Kim Ki-duk por un premio mayor para Corea del Sur en alguno de los tres principales festivales de cine del mundo fueron escuchadas. Pieta ganó el León de Oro en Venecia.