Cuento de terror en el que un periodista y una psíquica investigan el suicidio de un sacerdote que abrió las puertas del infierno y generó la aparición de zombis en un pueblo ficticio de New England. Más allá de los golpes gore, Fulci acierta al darle al film un tono surreal, pesadillesco y deliciosamente pulp. Los zombis son muy diferentes del prototipo romeriano y sus apariciones, mucho más sobrenaturales. El excelente clímax en las catacumbas del cementerio acompañado por la música de Fabio Frizzi es tan gótico como aterrador.