Thriller en el que una madre y su hija quedan encerradas en un cuarto protegido de su departamento mientras tres ladrones intentan entrar a su casa en New York. El film es un ejercicio de suspenso que alarga y dilata todas las situaciones posibles. Los cuatro clímax que hay a lo largo del film: cuando se esconden en la habitación del pánico, cuando la protagonista sale a buscar el teléfono (en ralentí), cuando va a buscar la insulina con los ladrones dentro y cuando salen los ladrones y aparece la violencia, muestran la habilidad visual de Fincher. La película acierta en cambiar de perspectiva cuando toma el punto de vista de los ladrones. En el aire quedan apuntes sobre la psicopatía de la protagonista que toma revancha sin necesidad. Fincher se confirma como uno de los innovadores de las secuencias de créditos con los nombres escritos en los carteles de los edificios, aunque no es seguro que cree escuela como la secuencia apertura de Se7en (1995). En cuanto a la puesta en escena, se ve ayudado por los efectos especiales que pasean la cámara por todo el decorado e incluso entra por una cerradura y una linterna. El film es un producto correcto y funcional, pero se nota que Fincher está alejado de los ambientes, personajes y la dinámica narrativa que mejor maneja.