Giallo en el que un policía retirado investiga los crímenes de un asesino que se asemejan a un caso del pasado en Torino. Luego de sus fallidas excursiones en América, de la incomprensión de la crítica y del abandono de sus fans, Argento busca refugio en el pasado, ya sea en el tono detectivesco de su primera etapa o en algunos motivos de Profondo rosso (1975). Sin dudas el film tiene sus virtudes. La secuencia inicial del doble asesinato en el tren y la estación es lo más intenso que ha rodado Argento en mucho tiempo. La música de Goblin vuelve a brillar con sus agresivas guitarras, toques electrónicos y canciones de cuna. La fotografía de Ronnie Taylor recupera la vivacidad de los colores y los espacios de las calles. La presencia de Max von Sydow dignifica el papel (aun doblado al italiano). Y si bien estas virtudes se va deshilachando progresivamente en el film al desviar su centro narrativo hacia los personajes más jóvenes, al carecer de asesinatos tan impactantes como los del comienzo, al faltarle variantes pasada la primera mitad y al recurrir en el final a giros de guión y actuaciones afectados, aun así, hay muchos temas presentes atractivos (los traumas de la infancia, los padres perversos, la referencia a los animales) de sello inconfundible. Argento es un director que nunca va a caer en la indulgencia y la falsa pretenciosidad pese a que la inspiración ya no sea la misma. Actualmente se encuentra en la encrucijada del retorno: volver a un lugar que ya no existe.