Cuento de terror en el que cuatro chicas en viaje son violadas y torturadas en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Luego de la progresiva expansión de las fronteras del slasher con Grité una noche (2005) y 36 pasos (2006), Bogliano incursiona en el thriller de violación y revancha. Si bien conserva la estética cruda del horror de la década de 1970, en este caso agrega un juego de cacería humana y un tono de cuento de hadas perverso. Pero no puede evitar caer en las trampas de las películas de violación y revancha. El acabado formal del film es impecable (mucho mejor que en sus anteriores trabajos pese a mantenerse en el mismo presupuesto), los pequeños indicios que sugieren el horror están en su lugar y las locaciones de Punta Indio resultan ideales, pero aparecen problemas en la puesta en escena (especialmente en la escena de violación). Paura Flics continúa su expansión, aunque en este caso el resultado no sea tan estimulante como en sus primeros slashers.
Bogliano se mete en un terreno complicado. La idea de trasladar a sus chicas en apuros a un film de violación y revancha podría parecer audaz, pero no termina siendo productiva. El problema de estos films es que la violencia no se suma (1+1=2) sino que se multiplica (1×1=1). No importa cuántas sean víctimas, el efecto siempre es el mismo (4×1=4). Los films de violación y venganza raramente pueden escapar a este dilema. Sólo mediante un perverso sentido del humor Ms. 45 (1981) y Freeze Me (2000) lograban aportar algo al subgénero. Aquí el escenario remite a I Spit on Your Grave (1978), a la que incluso cita a través del libro de Boris Vian del mismo título que lee una de las chicas. Más allá de que Bogliano trate de plantear su film como thriller a secas, con un punto de partida propio del giallo (las chicas son testigo de una víctima en la carretera), se ve forzado a dilatar las situaciones en pos de la rudimentaria dinámica del relato. Es allí donde un director tan inquieto como él no puede evitar la tentación de abusar de unos molestos primeros planos en las escenas dentro del auto o de incluir ese plano del conejito en el tablero del auto de una majestuosidad decorativa imponente. Cuando llega el turno de las violaciones Bogliano juega con la dilatación y el off visual. Pero la negación del rostro de los violadores le crea un problema más grande del que quiere evitar (Vegetarierinnen zur Fleischeslust gezwungen (2000) de Andreas Bethmann es un ejemplo extremo de este inconveniente). Como resultado tenemos unas de las secuencias de violaciones más higiénicas que se tenga memoria en el subgénero. Y el plano madre de este tipo de relatos, la protagonista desnuda en la naturaleza después de la violación (una imagen que siempre tiene cierta cualidad religiosa de resurrección), necesita en este caso de la pose. Cuando llega el tiempo de la venganza el esquema de cuatro protagonistas vuelve a ser contraproducente: la impregnación y la detonación carece de fuerza.