Cuento de terror en el que un sastre con fobia a los muertos es perseguido por su mitad siniestra en Buenos Aires. Luego de la incursión en la comedia negra con Hermanos de sangre (2012), De la Vega regresa al cine de terror para redondear su mejor película hasta la fecha. Es cierto que los referentes cinéfilos se quedan anclados en las décadas de 1970 y 1980, que el abuso de la música no se sostiene (por más que en este caso sea de Claudio Simonetti) y que siempre se tiene la impresión de estar viendo elementos de otras películas: la apariencia del asesino de Gli orrori del castello di Norimberga (1972), los hermanos gemelos de Dead Ringers (1988), el doppelganger de The Dark Half (1993). Pero al menos está vez la dinámica policial y sobrenatural de la historia logran ensamblarse de manera convincente en el retrato de un personaje alterado, en una narración que siempre invita al espectador a desconfiar de los hechos presentados, en la oportuna ambientación (cementerios, morgues, edificios antiguos) y en la continua sensación de pesadilla. La película se convierte por momentos en un inquietante cuento de terror.