Comedia con toques de fantasía en la que un escritor americano de vacaciones con su novia en Paris encuentra un portal en el tiempo hacia la década de 1920. Woody Allen continúa su excursión turística por Europa. Luego de Barcelona, ahora es el turno de Paris. En este caso Allen utiliza la coartada artística de los escritores, pintores y surrealistas que vivieron en la ciudad. Si bien la película es despareja, los primeros planos carecen de fuerza, los personajes femeninos son muy flojos, el giro del viaje en el tiempo deviene explícito y la resolución conciliadora es artificial, por momentos hay destellos de belleza de lo que podría haber sido el film. Por empezar, Owen Wilson le da una distancia y corporalidad distinta a los protagonistas habituales de Allen. La profundidad de campo en la escena en Versailles y la fotografía de Darius Khondji (como siempre impecable) invitan a ilusionarse. Pero después la presencia o cameos de artistas y celebridades (Hemingway, Fitzgerald, Picasso, Dalí, Buñuel) y la mecánica del guión autorreferencial (que hace que la historia en el presente carezca de importancia) pueden resultar más o menos simpática. Luego de un par de films anodinos Woody Allen vuelve a los primeros planos. El viaje sigue en Italia.