Comedia en la que en una familia pasa las vacaciones en su casa de veraneo de un pueblo costero al norte de Francia en 1910. Luego de Li’l Quinquin (2014) Bruno Dumont sigue explotando su veta humorística absurda. Esta vez extremando a un más los postulados. En un principio el extravagante humor físico puede no calar bien y finalmente tornarse repetitivo, pero la película tiene algunos momentos de brillantez: las caídas del inspector gordo por los médanos de la playa, el gesto absolutamente indescriptible con que se presenta Fabrice Luchini, los traslados de personas por el río crecido. El bello rostro de la niña-niño es la que conduce la puesta en escena. La combinación de actores profesionales y no profesionales funciona sin problemas. La trama policial que incluye canibalismo no tiene mucho sustento, pero, como la investigación del detective, tampoco lo busca.