Drama criminal en el que un asesino a sueldo vuelve a su barrio para un trabajo y encuentra a su familia prácticamente destruida en New York. James Gray retoma cierta tradición de grandes tragedias del cine policial americano, de Kazan a Scorsese, de Coppola a Cimino, con un estilo minimalista que es poco decir. Planifica la secuencia del secuestro y la ejecución o la entrada del protagonista a la habitación de la madre con el mismo rigor y concisión. El clímax sin música, en completo silencio y sólo con la respiración de los personajes es una de las secuencias de acción más violentas e impactantes de la década de 1990.