Comedia dramática en la que un joven prostituta va a una cita con un viejo profesor mientras trata de escondérselo a su novio en Tokyo. Kiarostami se muda a Japón para continuar su obra en el exilio. La escena que abre el film nuevamente (como en su film anterior) se ubica en un lugar vacío que un personaje prontamente va a ocupar. Su puesta en escena es de una transparencia radical. La cámara se deja llevar por los movimientos de los personajes y sólo se traslada cuando estos se trasladan, principalmente en auto. Es una apuesta total por la no intervención del autor. En este caso la historia se acerca a cierta dinámica de la comedia de enredos. Y Kiarostami se mete en una encrucijada de la que no puede salir del todo bien. De allí que las últimas escenas carezcan de la noción de clímax que las acciones sugieren. Pero no es un problema porque el juego ya está hecho y la última imagen (de una ventana rota) es premonitoria de su destino.