Aventura en la que una escritora de novelas busca la cura de su hermana catatónica en doctor momificado en Paris en 1911. Adaptación del comic de Jacques Tardi. Luc Besson incursiona en el cine de aventuras con la torpeza narrativa y visual intactas. A esta altura uno no sabe qué es lo que le hubiera gustado más: haber nacido en los Estados Unidos, ser el nuevo Spielberg o dirigir a Le fabuleux destin d’Amélie Poulain (2001). En todo caso ninguna opción es estimulante. Porque el gesto de los actores queda reducido a la más burda expresión, la aparición del pterodáctilo digital es vergonzosa, los diálogos, el uso de la voz en off y la música, insultantes, Mathieu Amalric está escondido detrás de una máscara y la trama de la hermana enferma es ridícula. En tal magro panorama sólo se puede rescatar el baño de Louise Bourgoin y los movimientos realistas de la momias resucitadas. Ahora que ha abandonado sus pretensiones de conquistar America, parece que Besson busca transformar Francia en un parque de Hollywood.