Quinto cuento moral en el que un diplomático de vacaciones a punto de casarse hace una apuesta para seducir a dos adolescentes en Annecy. El film es un placer para los sentidos, la fotografía de Néstor Almendros capta la naturaleza en su justo color y los diálogos, para nada artificiales, hablan más que nada del amor. También es una de las películas que mejor reflexionan sobre el propio medio o relato. Porque son los propios personajes los que crean e interpretan las acciones y construyen la historia. Lo que obliga al espectador a buscar otro nivel de análisis. Y además, tiene una de las escenas más justas, eróticas y crueles cuando el protagonista toca la rodilla de la joven (para los que dicen que el cine de Rohmer es sólo diálogos).
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